Tal y como recoge la ley de Ordenación de Edificación, dentro del proceso constructivo aparecen diferentes agentes que van desde el promotor al constructor, pasando por proyectistas, directores de obra, directores de ejecución, entidades y laboratorios de control, suministradores de productos, hasta llegar a los propietarios y usuarios.
La gran mayoría de estos agentes son personas físicas o equipos de personas, complicándose la ecuación en el caso de la empresa constructora.
Aparecen aquí multitud de trabajadores propios, autónomos subcontratados, o empresas subcontratistas y, en general, una multitud de “profesionales” con más o menos formación y experiencia de los que en última instancia depende el resultado del producto final.
En cuanto al capítulo exclusivo de cubiertas, cabe destacar que la bibliografía con la que se cuenta pasa de la tediosa normativa de obligado cumplimiento y que no siempre se estudia, a la confianza que te ofrece un fabricante de un determinado producto, que a través de su DIT, y de sus pruebas y ensayos, te vende una solución concreta que no siempre es aplicable “a pies juntillas” a nuestro caso en particular.
Es en este punto donde la profesionalidad cobra un papel excepcional, dando a la experiencia un valor incalculable a la hora de ejecutar una obra en concreto, pasando a ser clave para poder obtener el resultado deseado a un precio competitivo.
Hago extensible el concepto anterior a la fase de proyecto, donde en multitud de casos se conciben coberturas mal diseñadas, poco eficientes o mal planteadas en su composición que, sin querer ahondar más en esta polémica, hago la siguiente reflexión: sí un proyectista colabora con un equipo multidisciplinar que engloba estructuritas, fontaneros, calefactores, eléctricos y otros especialistas, pocas veces se cuenta con profesionales de cubiertas a la hora de diseñar y proyectar este elemento.
Desde el punto de vista de la ejecución resulta de especial interés este aspecto cuando construimos una obra de cubierta de pequeña envergadura, en la que cualquier detalle que nos escape puede hacer fracasar nuestro objetivo inicial, pudiendo poner como prueba un ejemplo que sin duda habrá ocurrido en multitud de ocasiones, y que no deja de ser otro que la descarga del material en cubierta.
Pongamos el ejemplo más sencillo que se me ocurre como puede ser una cubierta a dos aguas de chapa trapezoidal en una nave agrícola aislada, en la que si la persona que descarga el material en la cubierta no lo hace de forma correcta, provocará que una vez arriba haya que dar la vuelta a cada chapa antes de colocarla, provocando primeramente un riesgo muy elevado de caída en altura por manipular cargas de grandes dimensiones sobre la cubierta, además de un retraso en tiempo muy importante que elevará tanto la mano de obra como los medios auxiliares empleados en la ejecución.
Aun siendo muchas veces cosas de sentido común y que a priori no parecen tareas importantes, una buena planificación y previsión pueden ser y serán la clave del éxito, por lo que muchas veces se hace imprescindible si no la colaboración, al menos la consulta a un profesional con dilatada experiencia en un trabajo en concreto, siendo conscientes de que cualquier improvisación puede generar problemas que hasta que no ocurren no se pueden cuantificar.
Como ejemplo de esta experiencia y referido al caso anteriormente expuesto, os dejo una serie de consejos y notas para cubiertas de chapa de un autor muy cercano a INDAFER, José Antonio Lorenzo Pasero, que consciente de la poca documentación relativa al montaje de cubiertas ha querido plasmar estos puntos básicos para que puedan servir de guía para cualquier montador o en su caso, como también refería dentro de este artículo, a algún técnico que quiera saber “dónde mirar” cuando inspecciona este tipo de elemento constructivo.