El amianto es conocido en muchos entornos como el asesino silencioso o invisible. Ello se debe fundamentalmente a las características de las fibras de las que está compuesto, que son invisibles para el ojo humano. De hecho, la única forma de asegurar que un determinado material contiene amianto es mediante un análisis en un laboratorio especializado.
Las fibras de amianto son de tamaño microscópico, se desprenden con facilidad, no se disuelven en agua ni se evaporan, e incluso se desplazan por el aire, pudiendo introducirse con relativa facilidad en los pulmones con cada inspiración que se haga en un ambiente contaminado.
La contaminación “ambiental y/o doméstica” por amianto, es aquella que se produce cuando la exposición de la persona es involuntaria, es decir, no ha existido contacto con el amianto de manera deliberada o “a priori” se desconoce cómo y cuándo se ha producido. Varios ejemplos muy claros serían los familiares de aquellos trabajadores que han estado en contacto directo con amianto (doméstica), los habitantes cercanos a fábricas de materiales con amianto (ambiental), los trabajadores (y personas del entorno) de obras de demolición o rehabilitación en las que no se ha identificado previamente la presencia de materiales con amianto, y por tanto, no se han tomado las debidas medidas preventivas para evitar la dispersión de fibras (ambiental).
Todos estamos expuestos a muy pequeñas cantidades de asbesto (amianto), generalmente de la variedad «crisotilo», en el aire que respiramos. La incidencia de la exposición natural al amianto en el desarrollo de posteriores enfermedades se considera inapreciable, excepto en el caso de poblaciones cercanas a lugares como los citados en los ejemplos anteriores (ver los casos de Cerdanyola y Bellavista). En el caso concreto de Cerdanyola, un tercio de los casos de afectados por el amianto son por contaminación ambiental y/o /doméstica, es decir, nunca estuvieron en la fábrica, y enfermaron por inhalar las fibras de amianto que flotaban en la calle o las que llegaban a los hogares en la ropa de los trabajadores. Esto explica que las mujeres e hijos de los antiguos empleados sean uno de los colectivos más afectados.
Y es que, a pesar de la prohibición del amianto en España desde el año 2002, mientras existan materiales con amianto (en España se importaron 2.5 millones de toneladas del mineral en estado puro desde 1930 hasta su prohibición), seguiremos estando expuestos a posible contaminación ambiental. Las fibras de amianto son invisibles, pero los materiales que las contienen no. Por eso, aunque sólo sea por puro egoísmo, para defender nuestra propia salud, deberíamos exigir que los trabajos en los que pueda existir manipulación de materiales con amianto se hagan conforme a la normativa vigente. Y en caso de no ser así, pedir explicaciones al responsable (contratista, constructora, empresa pequeña o mediana, autónomo que hace reformas…).