A lo largo de la historia, las cubiertas, han experimentado una evolución que no sólo tiene que ver con sus aspectos técnicos, sino también con la concepción formal y plástica del elemento de cobertura.

Dentro de las posibles tipologías de cubiertas que conocemos hoy día, podemos hacer mención especial a aquéllas en las que no está claro dónde empieza la cubierta ni, aunque a veces sí, dónde termina. Me refiero a esas cubiertas que surgen como continuidad del suelo, pasando por fachada y se prolongan para dar cobertura a los usos del edificio en cuestión.

La imaginación no tiene límites, y las posibilidades técnicas nos permiten hoy día llegar a soluciones que integran un conjunto dentro de una misma materialidad, dándole un sentido único, un elemento continuo que engloba situaciones que pertenecen al mismo concepto, constituyendo un nexo entre varios elementos que pertenecen al mismo mundo, a través de una forma dinámica de una superficie que se quiebra, rota, se eleva, para contener las funciones de uno o varios espacios del conjunto.

En muchas ocasiones, esta forma de concebir los proyectos tiene que ver con la idea de relación con el entorno natural que los rodea. Encontramos cubiertas ajardinadas que resultan de la continuidad de un jardín o una pradera cuyo plano se eleva para dar cobertura a un edificio, a la vez que se prolonga su uso natural sobre éste. En otras ocasiones son tramos de viario, un paseo o la superficie de un aparcamiento, los que se pliegan aumentando su grosor y cantidad de elementos para aportar aislamiento térmico, acústico, al impacto, impermeabilización, etc, para albergar una exposición, un local comercial… Son cubiertas que nacen a pie de calle, por las que podemos continuar caminando sobre el edificio y seguir nuestro camino por el extremo opuesto, cubiertas como transición entre espacios.

Es indudable que la cubierta es una pieza fundamental en un edificio, pero lo es más aún en estos proyectos en los que adquiere una especial relevancia al ser, precisamente la cubierta, la idea en torno a la cual gira todo el proyecto, convirtiéndose en la principal protagonista a la hora de materializarlo, debiendo satisfacer tanto las necesidades del proyecto y la relación con el territorio, como las propias de una cubierta en cuanto a impermeabilización, aislamiento térmico, acústico, confort, protección…